Empezaré comentando que es curioso e interesantísimo el mundo de las emociones y como estas afectan a nuestros comportamientos.
Esta semana pasada he tenido la oportunidad de vivir un GH, mi propio GH. Mi empresa (o para hablar con propiedad, la empresa donde "me dejo los cuernos" a cambio de una remuneración) me envió el domingo pasado a Madrid, en concreto a Boadilla del Monte. La historia es que a través del correo electrónico me hicieron llegar un localizador de avión y me dijeron, el domingo a las 18h te sale el vuelo, te enviamos instrucciones donde se detalla como un bus te irá a recoger junto a otros compañeros que no conoces y te llevaremos hasta la ciudad (que está custodiada por guardias de seguridad armados y barreras como las de los peajes, es imposible acceder sin acreditación). Allí realizarás una serie de cursos y el viernes por la tarde regresarás a Barcelona.
Pues bien, allí nos juntamos alrededor de 60 personas. En el Prat coincidí con Gabi, al cual conocía de vista del día de la cena de empresa. Entablamos algo de conversación, lo justo para hacer llevadera la situación. Al ir a recoger las maletas en Barajas vimos a un chavalín escuálido y que parecía algo perdido, Alejo, y al ver que sacaba el papel con las instrucciones dijimos "aquí va otro de los pardillos..." y nos acercamos a él para que se uniese a nosotros. Todavía nos faltaban dos, Víctor (el que más aprovechó el tiempo...) y una chica de la cual no recuerdo el nombre y que nunca apareció. Como faltaba algo más de 30min. para que llegase el bus propuse a Gabi y Alejo que fuesémos a tomar una cañita para relajar la situación y aceptaron de buen grado. Con los primeros sorbos la situación se fue haciendo cada vez más distendida y amena. Al salir al lugar donde nos indicaban en las instrucciones que nos recogería el bus nos encontramos con Víctor, nos saludamos y Alejo y Víctor se encendieron un pitillo cada uno, creo que fue la situación más repetida durante la semana, son auténticos fumadores empedernidos. Al principio todos los temas de conversación giraban en torno a la empresa y al día a día de nuestros trabajos, pero a medida que nos acercábamos a nuestro destino empezaron a salir temas de conversación más acordes con las edades de mis compañeros, los cuales están entre los 22 y 24 años. Por supuesto, alcohol, chicas, etc.
Al llegar a la puerta del hotel nos econtramos con un desorientado Fernando (el Chacho), natural de Talavera de la Reina y socio incombustible del Atleti, al cual va cada dos semanas a ver al Calderón con su hermano. Nos dieron habitación a cada uno, dejamos los bártulos y nos fuimos a cenar, nos sentaron a todos juntos. Y al salir de la cena empezó a llegar el resto de la comitiva, entre ellos Luís, natural de Madrid. El cual me pagó una cervecita y se unió a nuestro mini grupo ese primer día (probablemente por azar) y así fue hasta el último, un gran tipo.
Así podría hablaros de tantos otros, Luis de Zaragoza, Evaristo de Cádiz, Bea de Ciudad Rodrigo, Esther de Madrid, María de Lleida... y tantos otros compañeros de trabajo que se conviertieron en algo más durante esa semana.
La cuestión es que el domingo cada uno de nosotros salimos de nuestras respectivas casas con reservas y miedos, sin conocer a nadie, y acabamos sintiendo pena por tener que despedirnos de nuestros compañeros con los que habíamos desayunado, comido, cenado, tomado cervezas, compartido cubatas en habitaciones... durante nada más y nada menos que 5 días consecutivos, o sea 120h. Y de allí he visto salir parejas, gente dándose números de teléfono, haciendo planes para fines de semana... y quien sabe que más deparara el futuro.
En fin, que he tenido el placer de vivir mi particular GH.
domingo, 25 de enero de 2009
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Botín sería el "Super", ¿no?
ResponderEliminarYa me contarás en privado si hiciste edredoning.
Un abrazo.